El largo y tortuoso final de la esclavitud
Un negocio tan lucrativo fue muy complicado de terminar así como así, por muchas presiones abolicionistas que surgieran en el Congreso o en las embajadas internacionales, sólo la cruenta guerra de Cuba (1868-1878) de marcado carácter antiesclavista y anticolonialista puso sobre aviso a la aristocracia financiera de la isla y sus potentados políticos y económicos en la península sobre la necesidad de realizar cambios sociales profundos en las colonias.
En noviembre de 1879 se presentaba en las Cortes un proyecto de abolición de la esclavitud: incluía un patronato de ocho años, seguido de la obligación de contratarse otros cuatro años más en la transición al trabajo libre. La ley de abolición de la esclavitud se publicaba el 13 de febrero de 1880 y debía hacerse finalmente efectiva en 1888, tras ocho años de transición del patronato al trabajo libre. Las presiones internacionales, especialmente tras el fracaso español en la Conferencia internacional de Berlín de 1885 en las que las potenciales internacionales se repartieron África, forzó al ministro de Ultramar, Germán Gamazo a decretar con dos años de antelación la liberación total de los esclavos en la isla de Cuba. Así, el 7 de octubre de 1886 quedaban en libertad los últimos 25.000 esclavos africanos o hijos de africanos de los territorios españoles de ultramar. Únicamente Brasil conservó la esclavitud hasta 1888, ahora empezaba el largo camino del olvido de una terrible institución que, paradójicamente, ayudaría a modernizar a España.
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